equipo1821
Al serano
Sesiones de grupo: 20 de octubre, 3 y 17 de noviembre, 1 y 15 de diciembre, 2022, 19 de enero, 2 y 16 de febrero, 2 y 23 de marzo, 13 y 20 de abril, 4 y 18 de mayo, 1 y 8 de junio, 2023; de 17:30 a 20:30 h
Sesión de cierre: jueves 15 de junio, 2023; de 19.00 a 21:00 h
Si tecleamos en el motor de búsqueda la palabra serano es probable que aparezcan miles de resultados para otras palabras, como serrano y sereno, en una línea de corrección del pensamiento que se nos presenta a menudo en la era digital y que puede llegar a ser muy molesta. Por otro lado, si se busca la definición en el diccionario sí encontramos una definición más clara, pero que no ahonda demasiado en vericuetos: “Del lat. Serānum, de serum, la tarde. Tertulia nocturna que se tiene en los pueblos”. Es decir, que es tarde y es de noche, que contiene la magia de esas palabras que sirven para expandir y no acotar las cosas: tarde-noche, sofá-cama, merienda-cena.
Lo que el algoritmo del motor de búsqueda nos demuestra es que algunas palabras se quedan en el camino ante el progreso y la tecnología, como muchas otras cosas. Quizá poca gente sepa que serano es una costumbre propia de las latitudes más secas de España (el interior de Andalucía, Extremadura, Castilla y León y Castilla-La Mancha), la cual consiste en sacar unas sillas de plástico o de camping a la calle, a la puerta de las casas, y sentarse al levísimo fresco que tanto se hace de rogar en las noches estivales. También se denominaba así a la reunión en la cocina, alrededor de una lumbre en el invierno, como acto de resistencia al frío, en zonas más frescas. En ese tránsito del día a la noche, la calle se convierte en patio, se vuelve al pueblo y se desdibujan las rutinas y los quehaceres para dedicarse al gozo tranquilo de la charla distendida. Esa expansión social nos lleva a plantearnos la importancia de hacer las cosas más lentas como acto de resistencia: sentarse en compañía revela la necesidad de una vuelta a lo común frente a lo individual.
En esta edición de equipo1821 intentamos rehabitar espacios ajenos a través de referentes propios, sin recurrir a la nostalgia, con la música como material conductor. Hacer un registro diferente del serano y así revisitar algunas tradiciones que contenían una multitud de elementos de conexión: palabras, canciones, costumbres y herramientas que se perdieron al abrazar la ciudad, espejo de la modernidad, y darle la espalda al campo, al pueblo.
En las sesiones —acompañadas por el proyecto musical Ruiseñora— investigamos las posibilidades de la electrónica para hacer un ejercicio de arqueología lingüística y sentimental: componemos microcanciones, hacemos sesiones de escucha y mezcla, afiliamos los cantos de las periferias, preparamos los avíos para un guiso, seguimos las huellas de la música por el Museo y nos sentamos al serano en todos los patios que encontremos a lo largo de estos meses, dejando una huella sonora que resuene en las galerías y las salas para habitarlas de un modo más humano, corporal, sonoro. Se trata de hacer un pequeño compendio de cierta sabiduría oral y melódica que no siempre está a un clic, y lo haremos en círculo, en común.
Ruiseñora es un proyecto musical fundado en 2016 por Atilio González y Elia Maqueda. En él se ahonda la combinación de tradición y vanguardia, poesía y electrónica. A lo largo de su investigación permanente, a la que han llamado “psicodelia popular”, han publicado dos discos —Siglo XX (autoeditado, 2016) y Relente (Raso Estudio, 2019)—, un EP —La Jara (Raso Estudio, 2021)— y varios singles, además de colaboraciones con otrxs artistas como Le Parody y Califato ¾.