El lienzo es la pantalla
Paradójicamente, si la reducción de la pintura a su especificidad formal acabó aniquilándola, la aplicación de estos mismos principios al cine lo dotaría de un verdadero potencial revolucionario. Buscando las características intrínsecas del medio, artistas como Malcolm Le Grice (Plymouth, 1940) se desembarazaron de la narración y la causalidad del cine tradicional para investigar las posibilidades concretas de la imagen en movimiento.
En manos de los artistas contemporáneos, la veracidad de la imagen fotográfica o videográfica se degrada, deja de ser una huella de la realidad convirtiéndose en símbolo, en un sistema de representación tan fallido, subjetivo o distorsionado como la pintura. Así lo ponen de relieve Immergence (2004), de Ailbhe Ni Bhriain (Galaway, 1978), o Seeing Is Believing (2001), de Ellen Harvey (Farnborough, 1967), que oponen dos espacios de representación (pintura/fotografía) en definitiva equivalentes.
Los artistas contemporáneos deben mucho, sin duda, a movimientos y tendencias artísticas establecidas, desde el surrealismo hasta el arte conceptual. Pero lo más interesante es que crean su propio simulacro de la historia del arte con el vídeo y la fotografía, llevando este concepto mucho más allá del juego especular como Rembrandt Fecit 1669 (1977), de Jos Stelling (Utrecht, 1945), película que nos sorprende al filmar la realidad como si de un Rembrandt se tratara.
El colapso del concepto monolítico de historia también dio paso a la historia personal y la reinterpretación subjetiva de acontecimientos, lugares o momentos históricos, como ponen de manifiesto Jean-Marie Straub (Metz, 1933) y Danièle Huillet (París, 1936; Cholet, 2006) en Une visite au Louvre (2004) o Jean-Luc Godard (París, 1930) en Liberté et Patrie (2002), donde conduce al espectador a través de sus cuadros, paisajes, sonidos y lugares favoritos.
Takehito Koganezawa (Tokio, 1974) filma los neones de Tokio como si fueran pinturas; Magdalena Fernández (Caracas, 1964) dibuja “con el cine” animando líneas y figuras geométricas y Joan Wallace (Nueva York, 1959) realiza una pintura abstracta haciendo estallar un pastel blanco y carmesí ante nuestros ojos. Un conjunto de “pinturas” fílmicas que invitan a indagar, un poco más, en la relación entre el lienzo y la pantalla.