Saberes apátridas
Poéticas de los exilios ibéricos (1936-2021)
¿Qué significa recordar las experiencias éticas, estéticas y políticas de los exilios republicanos ochenta años después, en un contexto global de emergencia ecológica y crisis migrante? En el marco de las guerras mundiales del pasado siglo nacía una nueva figura de ciudadano, el refugiado, que encarnó la experiencia de cientos de miles de españoles, y fundó un mundo político en el que todavía habitamos. Un siglo después, la movilización total de recursos, cuerpos y armas del capital global provoca flujos migrantes en una escala sin precedentes en la historia humana, amenaza de la que cada vez menos sectores de la población de los países occidentales están exentos. Volver sobre las experiencias y los saberes desarrollados por los miles de personas exiliadas tras la Guerra Civil es hacerlo desde esta evidencia. La discusión ya no es por el lugar robado en la historia nacional a quienes fueron expulsados del país a sangre y fuego. No se trata del reconocimiento debido a creadores, intelectuales, investigadores y personas que tanto contribuyeron a la vida artística y civil de sus hogares de acogida. Porque quizá ya el objetivo no es tanto “traer de vuelta a los exiliados”, “recuperarlos”, relacionándonos con aquellas zonas de su experiencia que no fueron, ni pueden ser, asimiladas, sino de proponer, desde esta imposibilidad, otros modos de diálogo transhistórico. La propuesta es aquí más bien la de convocar al exilio, la de preguntarnos por su archivo de experiencias y saberes como un conjunto de nociones útiles hoy para pensar diaspóricamente, para relacionarnos con lo que de exiliado o migrante pueda llegar a haber en cada cual. Porque la posición diaspórica, antes que una forma de identidad nacional disminuida, pendiente de restauración, debe comprenderse hoy como un radical lugar de vulnerabilidad. También de creatividad estética y política. Desde ahí, es posible abrirse a otras experiencias y configuraciones desconocidas, estableciendo alianzas con ellas.
Esto fue lo pensado y dispuesto por los exilios ibéricos de 1936. Al menos, para una parte. Para esta, el éxodo representó también la distancia con los dispositivos nacionales y la modernidad tecnocapitalista. La experiencia de la anomia y la desposesión, el contacto con exclusiones y diferencias de toda suerte produjeron en muchos un radical cuestionamiento. En el proceso, los grandes mitos españoles entraron en crisis y, con ellos, los relatos de la Conquista. Nacía el imaginario de una España peregrina, capaz de devenir hacia epistemologías no occidentales y formas de religiosidad alternativas o de espiritualidad revolucionaria. Al mismo tiempo, poetas, dibujantes y fotógrafos documentaron en primera persona el archipiélago concentracionario en las naciones europeas, la continuidad necropolítica entre el capitalismo liberal, el gobierno colonial y el estado totalitario aún llamado “progreso”.
Desde estas premisas, este seminario, a cargo del profesor e investigador Germán Labrador Méndez, propone una discusión en torno a algunos momentos del archivo apátrida español, a partir de los trabajos —escrituras, dibujos, empresas culturales o políticas— de un número singificativo de sus integrantes —niños, mujeres y hombres—, buscando establecer algunos momentos de ruptura en los que se manifiestan las potencias destituyentes y el potencial utópico de la experiencia diaspórica. Cada sesión del seminario se organiza a partir de uno de estos tres emblemas: laberintos, salvajes y espíritus, figuras todas centrales en el imaginario exílico, pero escasamente atendidas en su estudio. En su conjunto, nos hablan del tránsito y la nostalgia, de la búsqueda y el extravío, del yo y de sus demonios, del monstruo que nos constituye o amenaza, de la muerte y de las vidas de después, del cultivo de la memoria, de su naufragio o su retorno posible.
Programa
La experiencia histórica, la individual y colectiva, encuentra en el laberinto una imagen para decirse. El laberinto habla de la elaboración de los recuerdos, de su imposible gobierno, del extravío y sus círculos. Desde el laberinto, la diáspora republicana se vuelve accesible en sus caminos diversos, desde la galaxia concentracionaria de Max Aub —que conduce de los campos franceses a la resistencia antifascista y a los lagers del exterminio nazi—, hasta el “laberinto de la Hispanidad” que soñaron los intelectuales demócratas tras la muerte de Franco. Entonces, la memoria cultural de las diásporas ibéricas se definía en las disputas geopolíticas sobre el Atlántico y sus memorias antes y durante la Guerra Fría. Tras la caída del muro, el dédalo republicano nos interpela a propósito de la hospitalidad entre identidades y lenguajes en las comunidades transfronterizas. Los laberintos gobiernan las relaciones genealógicas y sus discursos sanguíneos que la diáspora funda e interrumpe, pero también sus metáforas arbóreas —troncos, ramas, raíces y rizomas—, el lenguaje botánico que el exilio requiere para sus archivos utópicos y para sus museos por venir.
Edificio Nouvel, Auditorio 200
Las diásporas disponen de una tropología bíblica —la expulsión del Edén, Éxodo, el retorno del hijo pródigo, la huída a Egipto, entre otros— que la imaginación republicana en el exilio no duda en convocar a su favor. Como religión civil, desde este molde poético, la España peregrina encuentra en León Felipe a su poeta mayor y en el Quijote el emblema mitopoético para el español errante. A partir de tal figura se elabora la metafísica moderna del refugiado. Esa es una de las dos líneas principales del trabajo del exilio en lo simbólico. La otra hace de la crítica de las empresas coloniales del pasado un dispositivo místico más valioso. Se trata de habitar no solo “la salida”, sino apropiarse de las vidas exílicas desde la experiencia de los desterrados del imperio. Como ilumina la historia de la familia Bartra y Muirà, desde el exilio se vivencia el encuentro con “el otro” como “reencuentro”. Se trata de El mito del salvaje donde, del conflicto entre lo propio y lo extraño, nace una tercera posibilidad de mirada —la esfinge mestiza— que explora las fisuras de los relatos modernos de civilización y barbarie en su proyección americana. Animales, indígenas, esclavos, desahuciados, vagabundos y locos forman, con los exiliados, una intensa alianza poética. Es posible así rastrear una lógica no binaria, que esta sesión explora como necesariamente interseccional, a partir de diversas obras, navegando entre mitos, máscaras, islas y caníbales, fantasmas coloniales y alegorías modernas.
Edificio Nouvel, Auditorio 200
En las narrativas de la diáspora se cruzan decisivamente la biografía y la historia, el tiempo personal con otros tiempos comunes, aquellos que pertenecen a la nación, a la clase, a una comunidad ausente, a una generación o un ecosistema dados. Estos distintos tiempos constituyen un paisaje memorial que es también geográfico. Así, en el caso del Atlántico, desde los últimos años, diversas disciplinas lo describen como un territorio de tránsitos, resistencias y dominaciones. De duelos comunitarios. Un Aqueronte. Las diásporas republicanas responden a esta misma demanda, histórica y biográfica. Se interrogan por el lugar de la muerte y por la posibilidad de atravesarla. Pues el exilio es, al tiempo, político y ontológico, un extravío interior cuanto exterior. Por ello, la diáspora afirma de manera conjunta la discontinuidad, pero también la pervivencia, tanto el olvido como el recuerdo. Esa es la paradoja del éxodo republicano como provincia fantasmal de la nación, su presencia ausente que, sin embargo, sabe decirse a través del lenguaje de los espíritus. Así, la comunicación con los difuntos y la migración de las almas serán dimensiones centrales de las narrativas exílicas en un paradigma estético y filosófico —con evidentes derivas religiosas— que permite también abrir una conversación metahistórica. Solo desde una perspectiva póstuma, los exilios de distintos tiempos y lugares pueden hablar entre sí como iguales. Desde “el círculo de la muerte”, que describe el poeta León Felipe, dialogan las experiencias de reclusión interior (encriptados, topos, conversos) bajo el franquismo con las de anomia y transculturación in partibus infidelium. Desde estas claves se expresan obras literarias y artísticas tan distantes como las de Sender, Iñárritu, Rodoreda, Zambrano, Benjamin, Castelao, Salabert o Tolrà.
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