Stan Brakhage: en busca de lo sublime
Como afirma Paul Arthur, el espectador que ve por primera vez un filme de Brakhage, “casi siempre encuentra la experiencia intimidante y no poco confusa” pues “la perspectiva visual con que muestra las cosas (...) las sitúa en un extremo en que casi no las podemos reconocer. [...] No es que una imagen en particular se perciba como abstracta -aunque algunas películas suyas, o partes de películas, son decididamente no-representacionales- sino que nuestra capacidad de ordenar de forma fácil y comprehensiva lo que vemos dentro de categorías semánticas fijas sufre un cortocircuito".
Brakhage investiga la naturaleza misma del cine desde la propia materialidad de la película, cuya superficie se constituye en terreno fértil para la experimentación, desde las marcas o raspaduras que el cineasta realiza directamente sobre el celuloide hasta la manipulación que implica pintar sobre él. De este modo, el cine adquiere valor como objeto encontrado, como superficie para dibujar o por las propiedades transformadoras de procesos de revelado experimentales y usos específicos del proyector cinematográfico, de los que el cineasta se sirvió para potenciar la percepción visual en su trabajo con la imagen en movimiento.
Desde el modo en que sujeta y utiliza la cámara hasta la importancia que le otorga a la luz, creando una sensación única de movimiento, Brakhage arrastra al espectador hacia su particular forma de mirar. En su primer libro, Metaphors of Vision, Brakhage describe su trabajo como una aventura perceptiva; desde este punto de vista, el espectador que observa sus películas -desde las que duran pocos segundos, como Eye Myth (1967), a producciones más largas, como A Child’s Garden and the Serious Sea (1991)- asume el reto de aprender a mirar de nuevo. Brakhage también juega con el collage: por ejemplo, en Mothlight (1963), película en la que pegó alas de polillas sobre la tira de celuloide. El filme resultante tras el revelado transmite tensión dinámica a través de pequeños objetos que, encerrados dentro del área del fotograma, centellean sobre la pantalla apenas medio segundo, revelando lo que Nicky Hamlyn denominó el “extremadamente volátil mundo de la luz” que contienen los objetos filmados por Brakhage.