Pozo V (III)

Cristina Iglesias

San Sebastián, España, 1956
  • Fecha: 
    2011
  • Materia: 
    Piedra bateig, acero inoxidable, polvo de bronce, motor eléctrico y agua
  • Técnica: 
    Fundición
  • Técnica descriptiva: 
    Relieve en acero con polvo de bronce y estructura en acero inoxidable y piedra bateig, agua y motor eléctrico
  • Dimensiones: 
    129,3 x 188,3 x 85 cm
  • Categoría: 
    Escultura
  • Año de ingreso: 
    2018
  • Nº de registro: 
    DO03209
  • Depósito indefinido de la Fundación Museo Reina Sofía, 2018 (Donación de María Antonia Escapa García)

Pozo V (III) es una de las cuatro obras de la serie que se expusieron en el jardín del claustro de Sabatini durante Metonimia, la exposición monográfica de Cristina Iglesias en 2013. La obra se eleva a modo de brocal de pozo construido con placas de caliza de Bateig, una estructura minimalista configurada por un paralelepípedo rectangular, que da acceso a una forma interior en la que se alude a una fuerza, tanto real como potencial, de la naturaleza que discurre en el interior de la tierra. La figuración realista de la impronta vegetal es intensa y elaborada, y la presencia real del agua que se hunde y brota de esa superficie, aporta el factor poético y de ficción.
Desde mediados de los años noventa, Cristina Iglesias logra un gran reconocimiento internacional con una propuesta artística que más que en una definición formal de escultura se centra en la plasmación visual de metáforas inspiradas en la herencia cultural. Rechazando tanto el concepto de escultura unitaria en su pedestal, como el del espacio para ser recorrido de algunas obras postminimalistas, sus esculturas se configuran como partes de elementos arquitectónicos que el espectador debe «leer» en emplazamientos heterodoxos: colgadas o adosadas al muro, suspendidas del techo o sobre el suelo de corredores o habitaciones. Son estructuras que requieren la atención y el tiempo del espectador para su vivencia completa, atendiendo a los cambios de luz y a las texturas y materiales que la conforman.
Para ello, la artista emplea materiales tradicionales como el metal o el cemento en combinación con otros más novedosos como el cristal o el alabastro, caracterizados por dejar traslucir la luz y, en el caso del cristal, por la ductilidad en su proceso de fabricación. Un elemento a priori tan poco escultórico como el agua aparece por primera vez en su obra con Deep Fountain (1997-2006), un gran estanque situado en la Leopold De Waelplaats de Amberes, delante del Museo Real de Bellas Artes. El agua, que en la naturaleza es un elemento de vida capaz de modelar o esculpir el paisaje, es adoptado como material móvil y vivo que fluye sobre un abismo de formas vegetales, aprovechando su sonoridad y su capacidad hipnótica de configurar formas en una secuencia temporal.
Desde 2010 Cristina Iglesias trabaja este concepto aplicado a una tipología arquitectónica de larga tradición, el pozo, que como en el caso de sus habitaciones, trabaja con el factor sorpresa de la forma minimalista del exterior y la textura naturalista y real del interior buscando, como declaraba la propia artista, que el espectador «crea en esto por un momento antes de darse cuenta de que se trata de una composición ficticia».

Carmen Fernández Aparicio

Cargando...