Sala 202.03
En los años veinte, el desarrollo de las comunicaciones, la tecnología y la economía en el continente americano hizo crecer metrópolis como Ciudad de México, Lima o Buenos Aires, pero este desarrollo se caracterizó por una falta de planificación y orden en su expansión demográfica y física. En el arte, la brecha entre las ideas modernas y las estructuras conservadoras de las excolonias provocó un fuerte impulso experimental que celebraba efusivamente la modernidad y la conectaba, simultáneamente, con las luchas de las clases populares.
En América Latina la modernización no acabó con las estructuras coloniales, lo cual creó un clima continental de violencia y lucha social. Por otra parte, la vuelta de muchos artistas de sus viajes iniciáticos por Europa o Estados Unidos les enfrenta a las contradicciones de la modernidad en su territorio, haciendo que en muchos casos se vuelva la vista hacia la herencia precolonial o la cultura popular como recurso para buscar un espacio moderno autóctono.
En diciembre de 1921, Manuel Maples Arce empapela el centro de Ciudad de México con su Manifiesto Actual No. 1. En él, Maples Arce llama a la acción contra lo viejo en nombre del estridentismo. Eran años de reconstrucción nacional para México, y el urbanismo se desarrolló exponencialmente, creándose amplias avenidas y consolidándose zonas residenciales para las clases medias. La ciudad se convierte así, para este movimiento, en el espacio de acción por excelencia y, a la vez, en espacio utópico de la modernidad. Formado por diversos agitadores culturales y artistas, el estridentismo se embarca en empresas casi siempre colectivas, de naturaleza subversiva, que aprovechan espacios como las revistas, la radio, las escuelas, los sindicatos o los cafés (concretamente el Café Europa, al que rebautizaron Café de Nadie). Visualmente sus obras evocan una ciudad poblada por postes eléctricos, automóviles, fábricas y rascacielos. Estridentópolis, la urbe utópica, rompía así con los referentes coloniales europeos, reivindicando otro tipo de belleza que, como ejemplifican las máscaras de Germán Cueto que se pueden ver en esta sala, se yuxtaponía a los antecedentes prehispánicos.
En 1923 se lanzó la revista Irradiador, dirigida por Maples Arce y Fermín Revueltas, y un año después Arce publica Urbe, con el subtítulo super-poema bolchevique, dedicado a los obreros de México. Pero la participación concreta de este movimiento en la escena política tuvo lugar en 1926 en la ciudad de Xalapa, donde varios estridentistas trabajaron junto al gobernador Heriberto Jara. La revista Horizonte, dirigida por List Arzubide y diseñada por dos de los artistas más importantes del movimiento, Alva de la Canal y Méndez, tuvo un papel fundamental en esta articulación. En ella, artistas simpatizantes como la italiana Tina Modotti se hicieron eco de la actualidad de la ciudad xalapeña, divulgando a su vez su historia precolombina. Tras la disolución del grupo, Alva de la Canal se adhirió a otro colectivo de corta existencia, ¡30-30!, cuyo manifiesto puede verse en esta sala, así como otros trabajos suyos, ejemplos paradigmáticos de la estética estridentista.
En Argentina, algunos artistas eligen la fotografía o el grabado como medio para ensalzar el devenir moderno de ciudades como Buenos Aires, sujeto predilecto de fotógrafos como Grete Stern y Horacio Coppola, o del grabador Benito Quinquela. Del mismo modo, el cine se convierte aquí en exponente de la modernidad y de los avances tecnológicos de la época, con obras como el cortometraje Así nació el Obelisco, dirigido por Horacio Coppola en 1936, donde el monumento en construcción se sitúa en el centro neurálgico desde el que se narra la ciudad, o el de Paul Strand y Charles Sheeler, Manhatta (1921), expuesto en la sala 202.02.