Sala 206.02
La revista Documents, dirigida por Georges Bataille, agrupó a su alrededor colaboradores de la disidencia surrealista como Michel Leiris, André Masson, Robert Desnos o Joan Miró, junto con expertos en etnografía, numismática, jazz y arqueología, un cruce de saberes que define la publicación. Famosa también por el uso que se hacía en ella de diferentes formas de montaje y asociación entre imágenes y texto, esta sala se propone como una suerte de «collage» en el que se reúnen obras de algunos de los colaboradores de la publicación.
Las revistas que aglutinan el surrealismo son constitutivas de la acción total del movimiento. Documents se publica en París entre 1929 y 1930, y consta de 15 números. Financiada por Georges Wildenstein, un importante marchante de arte, tuvo un consejo editorial de 11 personas, entre ellas Carl Einstein, invitado por su renombre académico como historiador del arte, aunque Georges Bataille, verdadero alma de la publicación, fue nombrado secretario general y, a partir del número 5, único editor.
La fotografía tuvo un papel importante y fue utilizada para la realización de múltiples ensayos visuales, recurriendo a menudo a la yuxtaposición para crear imágenes nuevas. Documents se caracterizaba por las relaciones que establecía entre la producción artística y la producción teórica contemporánea en diversas áreas, huyendo de los métodos de análisis formalistas y estéticos que caracterizaban los estudios sobre arte y poniendo en valor un enfoque etnográfico que relacionaba la obra con su contexto cultural. Destacaba una sección regular que reflexionaba sobre el propósito de las palabras y no sobre su significado, deteniéndose, por ejemplo, sobre lo absoluto, el ojo, o lo informe.
Los artistas que colaboraban con la revista Documents no formaban parte de la corriente oficial, instituida por André Bretón, y la publicación tuvo un papel crucial en este sentido, convirtiéndose en la palestra del surrealismo disidente. Desde esta plataforma Bataille comienza a articular su posición crítica contra el idealismo estético como convención e ideología que debe ser desterrada del surrealismo. En este sentido, la revista actuará como «máquina de guerra contra las ideas preconcebidas», reivindicando la dislocación, la monstruosidad o la abyección. Uno de sus números estuvo dedicado a Picasso, insistiendo en la plástica de lo informe —representada en esta sala con obras de Miró, Masson, Picasso, Arp y Lipchitz— y enfatizando la perversión de las formas, buscando los más bajos impulsos y dándoles cuerpo. Abordar la representación humana o antropomorfa desde este ángulo era necesario, opinaba Bataille, para desmontar la idea de cuerpo natural, considerado una construcción cultural.
La dimensión mítica y psíquica está muy presente en la sala, como puede verse, por ejemplo, en la obra de André Masson, que recurre a menudo al tema de la metamorfosis, como puede verse, por ejemplo, en su interpretación de la muerte de Acteón, devorado por sus perros tras ser convertido en ciervo como castigo por haber visto a la diosa Diana desnuda. Los temas mitológicos fueron una constante en la obra de los pintores surrealistas, que abordaban también el cristianismo desde este punto de vista, recreando estos motivos a la luz de las teorías de Freud o Lacan.