Sala 400.03
Tras una primera etapa de actividad constructiva ligada a la reconstrucción del país y a edificar los grandes símbolos del régimen, el Estado se enfrenta en los años cincuenta al problema de la vivienda, tanto en el ámbito urbano como en el rural. Mientras que, en las grandes urbes un porcentaje elevado de su población habita sin las mínimas condiciones de dignidad y con grandes problemas de higiene que serán un foco importante de insalubridad, en el campo se presentan otros retos derivados, principalmente, de la interrupción de la reforma agraria republicana.
La política agraria franquista devolverá los terrenos ocupados por la República a sus antiguos propietarios, quedando una parte en manos del Instituto Nacional de Colonización, cuyo objetivo era eminentemente productivista, en consonancia con la precaria situación del abastecimiento alimenticio del país. En este contexto, se planteará necesaria la construcción de nuevos asentamientos para acoger a un gran número de colonos que trabajen estas tierras. Entre las propuestas más interesantes sobresalen Vegaviana y Villalba de Calatrava, de José Luis Fernández del Amo, o Esquivel, obra de Alejandro de la Sota. Ambos beben de la tradición vernácula al mismo tiempo que manifiestan una arquitectura indiscutiblemente moderna. En el marco de ese impulso al mundo rural, a partir de 1950 se celebrará en Madrid la Feria del Campo para la que se construirá un complejo proyectado por Jaime Ruiz y Francisco de Asís Cabrero, en el que vemos de nuevo una estética de gran modernidad, realizada a partir de sistemas constructivos tradicionales.
La ciudad será, igualmente, testigo de la evolución de la arquitectura que recuperan algunos profesionales de la nueva generación, enterados de lo que ocurría en el contexto internacional. Madrid vivirá en estos años un enorme crecimiento demográfico que motiva la construcción de los poblados de absorción y los poblados dirigidos a instancias del Instituto Nacional de la Vivienda. De todos ellos, podemos destacar el proyecto de Íñiguez de Onzoño y Vázquez de Castro para Caño Roto. Estos nuevos núcleos de población requerirán todo tipo de equipamientos entre los que sobresale el centro religioso. Un ejemplo destacado de esta tipología lo encontramos en la iglesia de Nuestra Señora de Fuencisla, de José María García de Paredes.
Por su parte, en Barcelona, el Colegio de Arquitectos de Cataluña y Baleares convocará un concurso de proyectos para solucionar el problema de la vivienda económica en la ciudad. Francesc Mitjans, Antoni Moragas, Antoni Perpinyà, Josep Maria Sostres y Raimón Tort serán los ganadores por la propuesta que hacen de nuevas tipologías de vivienda diseñadas a partir de estudios estadísticos. Como resultado de esta experiencia, se funda el Grupo R, emblema de la recuperación de la modernidad en la arquitectura catalana de postguerra que será continuada con los proyectos de José Antonio Coderch y Manuel Valls como el grupo de viviendas de La Maquinista o el conjunto planteado para L’Hospitalet de Llobregat.
Y, como siempre, la arquitectura triunfante del régimen se hace presente por medio del proyecto de homenaje a Calvo Sotelo que hace Francisco de Asís Cabrero, en 1955, y en el que la influencia de Max Bill resulta innegable.