Jessica Stockholder (Seattle, EE.UU., 1959) es una de las más influyentes escultoras de su generación. Su obra abarca alrededor de tres décadas y se caracteriza por un compromiso con el color y los materiales. La forma de interpretación de los objetos se ha convertido en un sello distintivo de la creación de Stockholder, ya que participa tanto de las esferas de la conceptualización como de la construcción, mediante asociaciones entre lo identificable y lo abstracto.
El interés de Stockholder se centra en el ensamblaje de objetos de diferente naturaleza y procedencia. Su obra es una interrogación sobre lo heterogéneo a través de un proceso aditivo, de superposición de materiales, en el que aúna objetos del mundo real y objetos creados por ella sin causar ningún caos, debido a su control del espacio y de lo que contiene, con el que logra crear un orden entre lo que a primera vista parece caótico e inconexo.
Atisbar para ver es una obra realizada por Stockholder para el luminoso Palacio de Cristal en el Parque del Retiro de Madrid, donde la acumulación de objetos cotidianos, que alguna vez parecieron corrientes y familiares, cobra una nueva vida. El empleo de colores luminosos y brillantes aporta un toque lúdico a su composición. La artista sitúa un estanque artificial, y una suerte de muelle o embarque frente a una columna de objetos de plástico que remiten a Schwitters y al dadá. Los colores llamativos de la base pasan al blanco y transparente, en una composición que se acerca al techo, con la que consigue conquistar el espacio central, dentro de una atmósfera relajada, estática y trascendente. Con su obra, Stockholder establece un diálogo no sólo con la arquitectura del espacio arquitectónico que la acoge, sino también con el parque que lo rodea, ensamblando interior y exterior, jardín y lago, con la atmósfera del invernadero. Stockholder realiza un ejercicio en el que pinta a través de objetos tridimensionales y utiliza el color como aglutinante de la escultura, creando un acuerdo cromático y formal. El singular sentido del color es el principal responsable del innegable placer que irradia su composición. Esta sinfonía cromática invita y persuade al público que la contempla y que se mueve a su alrededor, un público que es parte esencial de la instalación al convertirse en participante activo.