En esta exposición en el Palacio de Cristal, Nacho Criado (Mengíbar, 1943 - Madrid, 2010) propone ocho proyectos nuevos bajo el lema de Piezas de agua y cristal, donde confluyen las obras con la materialidad de la arquitectura y del enclave en el que se halla el edificio, ante un pequeño lago en el parque del Retiro. Así, el vidrio es el elemento común a todos los trabajos presentados, en el que insiste como antimateria visual (en el sentido duchampiano del término) y al que explora también sus cargas sensuales, simbólicas y, sobre todo, metafóricas. Las piezas que componen la exposición han sido realizadas ex profeso pero -como indica el comisario de la exposición, Simón Marchán- cabe reconocer en ellas ciertas recurrencias “ya que imprimen un tiempo dilatado, casi intempestivo, a unas creaciones renuentes al nomadismo que destilan tantas manifestaciones del presente”. Así pues, dentro de una trayectoria artística marcada por sus incursiones en el Land Art, el Arte Conceptual, el Arte Povera e incluso el Minimal, aunque sin adscribirse de manera categórica a ninguno de ellos, Nacho Criado se vale del cristal para configurar juegos de transparencias y de reflejos, y para ello alude y convoca, explícita o implícitamente, también al agua.
En la obra Ellos no pueden venir esta noche…(1990), compuesta por un gran entramado rectangular de paneles de cristal acotado por una estructura de hierro en la que se apoyan una serie de cañas de pescar extendidas, creando una suerte de estructura arquitectónica. Lo mismo ocurre con su revisión de ¿Por qué no? Bésale el culo al mono, performance ideada en 1980 que ahora desarrolla sobre vidrio. En otros ejemplos, como la pieza Umbra zenobia, se trata de un site specific work (obra concebida para una lugar determinado) fundamentada en la idea de velar -umbrar- la parte norte del palacio, cubriendo sus cristales y favoreciendo el desarrollo de microorganismos (hongos). Aun siendo el vidrio el material común a todas las obras, éste se presenta bajo distintas formas. En Trasvase, se sirve de botellas negras y transparentes dispuestas en “formación casi militar que acentúa la posibilidad de una ocupación virtual casi infinita del espacio”; en Imágenes húmedas introduce espejos que, cubriendo los cristales que conforman las paredes del edificio, configuran lugares de inversión y ponen de manifiesto la ambigüedad espacial entre interior y exterior.
Tratándose de un palacio y de cristal, con La herida alpina Nacho Criado rinde homenaje al escritor Paul Scheerbart y al arquitecto Bruno Taut por sus arquitecturas de cristal, el primero teorizándola, el segundo proyectándola. La arquitectura juega un papel importante en esta exposición, como motivo y argumento de muchas de las obras: Cúpula monogótica y Epílogo irrealizado, basada ésta en el reflejo del Palacio de Cristal sobre el lago, pero trasladado a una plancha de cristal. La economía de medios, la precisión matemática en la concepción, así como la perfección y limpieza de ejecución, son valores constantes y visibles en todas las obras presentes en esta exposición.
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